Aunque pueda parecer un término que está en desuso desde hace algún tiempo, lo cierto es que el metrosexual ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Ya hemos visto cómo las modas van cambiando con los años, y ya han pasado ante nosotros los hipsters, los swaggers y demás fauna (ahora lo que se supone que se lleva es lo lumbersexual, o leñador sexy calculadamente desaliñado), pero lo que de verdad lo petaba no hace tantos años era lo de ser metrosexual. Es decir, el derecho que algunos hombres reivindicaban de poder ser presumidos de forma ostensible y notoria. El mejor ejemplo de ello en su momento fue David Beckham, maestro en el arte de cambiar de look cada dos por tres y de aparecer posando en calzoncillos para prestigiosas marcas de moda (otros futbolistas vinieron después de él).
Para todos aquellos que recordéis aquello de los metrosexuales, o para los que os suene el término pero no sepáis muy bien de qué va la cosa, aquí tenéis el siguiente monólogo, por obra y gracia de Leo Harlem, que consigue arrancar carcajadas entre el respetable a base de decir verdades como puños que seguro que más de uno ha pensado alguna vez.
Los bomberos han sido, por otra parte, objeto de deseo de muchos y muchas, sobre todo de quienes gustan más de los hombres fornidos con uniforme, y especialmente desde que se puso de moda aquello de hacer calendarios eróticos. Sin embargo, el hábito no siempre hace al monje, y la imagen que se forman algunos de bombero-soldado no siempre tiene que ajustarse a la realidad. Y si no, mirad qué fácilmente impresionable es este bombero, al que parece que le asusta prácticamente TODO, y no aprende a base de sustos (y eso que su trabajo no es precisamente para espíritus impresionables). Los compañeros lo saben y se aprovechan de ello, porque… a fin de cuentas, son muchas las horas muertas que se pasan en un parque de bomberos, hasta que hay que intervenir por algún incendio o cualquier otra emergencia.