Las estatuas vivientes son admirables por su paciencia, por su concentración, por la postura que adquieren. Además suelen tener una vestimenta adecuada que les hace prácticamente iguales a las reales. Y como a las estatuas reales, no suele faltar un irrespetuoso que les molesta de sobremanera. A las de bronce les pintan, les tocan, les dibujan, les colocan objetos. A las reales les fastidian… Pero la reacción no es la misma.