Los aficionados al noble arte del trolleo pueden estar tranquilos. Hay cantera de sobra para seguir perpetuando esta práctica por los siglos de los siglos. Y para que veáis que no mentimos, aquí van hoy dos buenos ejemplos de cómo tomarle el pelo al respetable sin que se den ni cuenta. El primero lo tenemos cerquita, se desarrolla en España, y tampoco os vais a enterar de mucho si os decimos que tiene que ver (así, grosso modo) con el virus del ébola, con saboteos y con los habitantes del planeta Namec (exacto, lo has adivinado: es el planeta de Picolo). Se trata de salir a la calle con un micrófono y una cámara a entrevistar a desconocidos sobre cuestiones de lo más absurdo, y esperar a sus aún más absurdas reacciones. Acabarás entre la incredulidad más WTFática y la carcajada después de escuchar tanta chorrada improvisada.
Parece que se están poniendo de moda entre los youtubers españoles este formato. Y nosotros no podemos más que alegrarnos ante esta proliferación, cuales hongos silvestres en un campito húmedo.
El otro ejemplo viene de la patria de Obama, pero a fin de cuentas el espíritu «ball-toucher» que subyace es el mismo. Todo el mundo sabe (o debería saber, que eso da casi para quesito del Trivial) que los lugares donde uno puede contenerse menos la risa es en un funeral y en una biblioteca. Precisamente porque el entorno obliga a estar callado las cosas nos hacen el triple de gracia. Y allá que van pues estos simpáticos post-púberes a hacer el ganso con la comida. Si tienes alguna fobia relacionada con el ruido al masticar, quizá no deberías verlo, a riesgo de acabar de los nervios viendo cómo se devora ruidosamente toda clase de alimentos mientras el resto de estudiantes trata de concentrarse en los libros. Aunque dicho sea de paso, tampoco hace falta esforzarse mucho para que pierdan la atención y empiecen a reírse. Ay, la procrastinación, qué dulce veneno…
Por cierto, ¿hay hambre ya? Porque a mí me han dado ganas de ir a comprarme un bolsón de Fritos.