La sede de la soberanía popular, da igual de que institución estemos hablando, es un sitio donde impera la seriedad y el respeto a las formas. O al menos cuando se puede. Y es que nadie se libra de contagiarse de un ataque de risa, por muy solemne que sea el entorno.
Que se lo pregunten si no a los miembros del Parlamento de Andalucía que en una sesión en 1994, después de 8 horas de debate, acabaron reventando a carcajadas sin poder parar.
¡Al menos no se liaron a mamporros, como en los parlamentos orientales que sacaba Alfonso Arús en la tele!